La implantación del vallado en los campos de Inglaterra —para uso exclusivo de los que se apropiaban de ellos— sufrió una aceleración en los siglos XV y XVI y provocó un proceso de privatización de los bienes de uso común de las sociedades humanas.
Al poco tiempo, la lógica del sistema capitalista de producción —en donde todo es susceptible de convertirse en dinero— pasó a dominar el mundo, y la industrialización abrió las puertas a la producción en masa, haciendo que el proceso de privatización se uniera a la mercantilización desenfrenada, lo que intensificó la avaricia y la competencia.
El resultado de todo ello es que la Humanidad vive, a día de hoy, una crisis de civilización en donde un conjunto de crisis puede conducir a la destrucción de las sociedades humanas y del planeta Tierra debido a la acentuación de los rasgos más retrógrados de la sociedad moderna, a saber: el crecimiento de las desigualdades sociales, el frenesí consumista, la destrucción de la naturaleza, la militarización de las relaciones internacionales, el secuestro de los poderes públicos por parte del mercado y del productivismo, la apropiación violenta de los recursos naturales y los retrocesos democráticos.
Dentro de la esquizofrenia que nos domina en la actualidad, tenemos, por un lado, que: la producción de armamentos se erige como una fuente inagotable de beneficios; la destrucción del medio ambiente genera crecimiento económico; la industria farmacéutica obtiene grandes beneficios atendiendo solamente las necesidades de los que pueden pagar los altos precios de los medicamentos que producen; el control de la producción y de la venta de semillas lleva a los pequeños productores agrícolas al suicidio debido a las deudas que contraen; la creación del dinero como instrumento facilitador de los intercambios se encuentra privatizada por los bancos que, a pesar de que ahora aparecen como el corazón de una economía casino, especulativa y desvinculada de la economía real, están siendo reforzados por las soluciones gubernamentales para la actual crisis financiera.
Por otro lado, vemos que: no se comparten los conocimientos que permitirían que grandes sectores de la población encontrasen la solución a sus problemas; la preservación de los bosques necesaria para la continuidad de la vida en el planeta se considera un obstáculo para el desarrollo; las investigaciones científicas no sirven para luchar contra las endemias que afectan a poblaciones enteras; los descubrimientos y demás contribuciones útiles para la humanidad, protegidos por patentes y derechos de autor defendidos ciegamente, resultan inaccesibles; grandes producciones agrícolas de efectos ambientales desconocidos se expanden por la Tierra con el objetivo de proveer combustible para que el confort de los más ricos se mantenga al mismo nivel.
El Foro Social Mundial de 2009 en Belém do Pará (Brasil) se produce en un momento muy especial, en el que la globalización neoliberal, impulsada por las finanzas —libres de cualquier tipo de control público y legitimadas por la ideología del libre mercado— fracasa de una manera espectacular.
El momento también es muy especial porque, al mismo tiempo, está emergiendo en todo el mundo una nueva conciencia que proclama la existencia de determinados bienes que no pueden privatizarse ni mercantilizarse bajo ningún concepto, como los bienes de uso común de todos los seres humanos y los de la propia naturaleza.
Los firmantes del presente Manifiesto, propuesto en el Foro Social Mundial de 2009, incitan a todos los ciudadanos del mundo y a sus organizaciones a que formen parte de la acción por la desprivatización y la desmercantilización de dichos bienes, como si de una bandera asumida por toda la Humanidad se tratase.
Que cada uno, en el lugar en el que esté y en su radio de acción, asumiendo una postura de cooperación como un valor esencial para la vida humana, luche y se movilice para:
- ampliar y acentuar esa nueva conciencia que está emergiendo;
- apoyar la acción de las organizaciones que se lanzan en defensa del agua y de los ríos, de la tierra, de las semillas, del conocimiento, de la ciencia, de los bosques, de los mares, del viento, de la comunicación y de la intercomunicación, de la cultura, de la música y demás artes, de los servicios públicos de educación, salud y saneamiento, del dinero, de las sabidurías ancestrales;
- articular las luchas de sus propias organizaciones, reforzándose mutuamente, en las campañas e iniciativas propuestas y desarrolladas con tales objetivos.
Los firmantes del presente Manifiesto se comprometen a actuar intensamente para recuperar, para el uso común de sus semejantes, en corresponsabilidad y bajo el control social, todos los bienes y servicios necesarios para la vida.
Fuente: blog de Sergio Amadeu.